El primer día que visitamos la masía ya nos enamoramos de los espacios, no habíamos estado nunca y nos sorprendió muchísimo. La masía es pequeña pero más que suficiente para acoger una boda y mantiene la esencia de aquello que fue en su día. Los espacios que conforman el entorno son amplios, sencillos y muy naturales, combinan zonas de árboles con muritos de piedra en seco y un mar verde de césped espeso. Está todo bien cuidado hasta el último detalle. El trato con los responsables de la masía es inmejorable y muy familiar, te dan facilidades en todo lo que está en sus manos, se nota que ya tienen mucha experiencia organizando bodas y te ayudan tanto como pueden, aportan ideas, recomendaciones y se adaptan a tus gustos, la flexibilidad es máxima y eso hizo que nuestro día fuera 100% a nuestro gusto. Una de las cosas que más agradecimos fue que no nos tuvimos que preocupar de montar nada, el día antes de la boda hicimos una reunión en la cual explicamos todo cómo lo queríamos y al día siguiente cuando llegamos a la masía ya estaba todo en su sitio y preparado. El día de la boda nos vestimos en la misma masía en una habitación con las bigas de madera vistas. Tanto la ceremonia como la cena lo hicimos en el jardín, eso sí, en diferentes espacios y el baile al lado de la piscina, lo hicimos todo al aire libre porque nos gusta mucho pero en caso de mal tiempo no habría habido ningún problema porque lo habríamos podido hacer todo dentro de una carpa que hay. Estamos encantadísimos con cómo fue todo, fue una noche mágica e inolvidable, lo volveríamos a repetir mil veces y no tenemos ninguna duda que lo volveríamos a hacer en Masia Farré.